sábado, 9 de junio de 2007

Hipótesis sobre las raices de mi miedo

Estoy en Trujillo. Una ciudad extrañamente cubierta por un frío que cala los huesos, pese a ser conocida como "la ciudad de la eterna primavera". Y en medio de conversaciones sosas e intrascendentes con mis compañeros de trabajo, surgió inesperadamente una inquietud. ¿Cuáles son las raíces de mi miedo? Y mientras mis acompañantes comentaban las bondades de la tarjeta Credimás, el patético servilismo de los funcionarios de negocios de provincias ante la presencia de "los de Lima" o el reiterado fracaso de los publicistas de Leo Burnett para retratar las necesidades y anhelos de los PYMES; se me ocurrieron algunas ideas sueltas e inconexas sobre la génesis de mi miedo. Aqui van un par de ellas:

a) Mi miedo es en parte generacional: Puede sonar raro porque siempre me he considerado un antisocial, un ser apartado de mis pares; pero mi primera idea sobre las causas de mi miedo es algo que no es personal sino generacional. Y es que al margen de mis nulidades sociales, hay ciertos fenómenos que por su magnitud me han afectado a mi y a los que tenían mi edad en ese momento. ¿De qué carajo estoy hablando? Pues bueno, para decirlo en pocas palabras, mi idea es que yo pertenezco a la generación del miedo. Es decir, a la generación de los nacidos a mediados de los '70 y que vivieron el fin de su niñez y adolescencia en los '80s y principios de los '90s. La generación que vivió las peores crisis de la historia contemporánea del Perú en el período en que nuestra personalidad se iba perfilando y eso nos marcó. Vivimos el terrorismo, la inflación y el populismo delirante de Alan García. Hasta aquí esto suena cliché y se parece a los guiones de esos estúpidos reportajes que Alamo Perez Luna elabora sobre unos supuestos "años maravillosos". Sin embargo, mi punto es que la forma en que experimentamos en nuestra vida cotidiana estos factores fue lo que nos afectó.
El terrorismo se tradujo en apagones y constantes atentados. En refugiarnos en nuestras casas porque la calle era un territorio hostil y lleno de peligros de diverso tipo. Y el miedo no era que te caiga una bomba de los terrucos, era que te leven los milicos, que te agarre el toque de queda porque no encontraste micro que te lleve (en esa época no había combis y el transporte era escaso), que te roben o cuadren, etc. Y si pese a todo eso, aún querías arriesgarte y salir, no podías hacerlo porque tus viejos estaban paranoicos y no te dejaban. Era la época donde tenías que hacer fiestas de "toque a toque", que la elección de una fiesta no se basaba en el tipo de música que iban a pasar o los tragos que iban a ofrecer, sino en verificar si el local tenía grupo electrógeno para garantizar que no se fuera todo a la mierda. Estaba también la incertidumbre de no saber qué carajo iban a hacer tus viejos con la situación que viviamos. Yo temblaba cuando los veía conversar en voz baja y a escondidas y no sabía si al día siguiente me dirían que tenía que despedirme de mis amigos porque lo mejor para todos era irnos de viaje... pero a un viaje sin fecha de retorno a casa de mi tía en USA. Muchos se fueron así, sin decir nada, sin despedidas... simplemente dejaron de ir al colegio y nadie preguntaba nada... todos sabíamos y nos mirábamos buscando desentrañar quién sería el siguiente.
La inflación y la crisis económica en general nos sumió en la economía de la escasez y el racionamiento de casi todo. Era la época en que tuvimos que ingerir esa mierda llamada leche Enci, que desayunábamos con panes populares, que haciamos cola para casi todo, que para comprar un tarro de leche debíamos comprar además dos kilos de lentejas, un detergente que no deseábamos y una bolsa de lejía que nos era inútil. Mi madre tuvo que crear una bódega en lo que alguna vez fue nuestro garage para sobrevivir. Recuerdo que la acompañaba a La Parada a comprar lo que se podía para tener las vitrinas del negocio más o menos llenas. Eran épocas en donde conseguir algo era un lujo y escoger la marca algo propio de la ciencia ficción.
El populismo de García nos generaba incertidumbre e inseguridad porque nadie sabía, fácil ni él mismo sabía, lo que iba a hacer. Muchos recuerdan la estatización de la banca; pero pocos recuerdan sus campañas locas por la kiwicha, sus experimentos del Pait que hacía que los parques se vieran invadidos por gente que se sentaba a ver pasar las horas y de vez en cuando arrancaban alguna mala hierba. Metidas de pata una y otra vez, locura, crisis y bombas. Los rumores de una intervención gringa, Rodrigo Franco, el MRTA, Sendero, la llegada masiva de las drogas. Evasión, miedo, inseguridad... todo mezclado, todo podrido.

El resultado de todo esto era miedo, inseguridad, miedo de nuevo y más miedo al final. Crecer teniendo miedo de todo, teniendo miedo de hacerte muy cercano a alguien que el siguiente bimestre te "abandonaba", de ser arrebatado de tus calles y tu entorno más cercano, de "caer" en un colegio nacional por la crisis, de ver salir a tus padres y no verlos nunca más, de no terminar el colegio en diciembre porque había huelgas. En fin, fuimos amamantados en la inseguridad, en el cambio apresurado e irracional y nos acostumbramos a tener miedo. Por ello, lo que más buscamos es seguridad y estabilidad. Somos una generación que quiere tenerlo todo claro, seguro y recién entonces intentar crear algo. Ansiamos la seguridad, la seguridad primero económica y luego emocional. La seguridad emocional nos la brindaría el tener "vínculos inquebrantables". Necesitamos creer que podemos tener o crear vínculos que no se rompan nunca. Y ese es el problema. Primero que postergamos la búsqueda de la seguridad emocional a la consecución de la económica. Y segundo que no existe ninguna garantía que nuestros vínculos sean inquebrantables e indestructibles. Nadie puede saber cuánto va a durar una relación. Puede ser un día, un mes, un año, diez años... nadie lo sabe. Por ello, como ansiamos el siempre, como soñamos con el para siempre, nos lanzamos a tratar de construir día a día ese vínculo soñado; pero con un cuchillo en nuestro cuello llamado miedo. Miedo a que cada día que se avecina, puede ser el día del despertar y a empezar de nuevo.

b) Mi familia: No lo he dicho anteriormente, pero mi familia materna es arequipeña. Esta sola mención creo que ya explica por si misma muchas cosas. Sí, mi madre es arequipeña y a veces demasiado arequipeña. Desde que tengo uso de razón mi madre me idolatró; pero hacía gala de un amor que me abrumaba, que me asfixiaba y me volvía un ser dependiente, inseguro y desconfiado de mis propias capacidades. Me explico. Mi madre nunca se llevó bien con mi padre y como ferviente católica (creo haber dicho que es arequipeña) nunca consideró la posibilidad de divorciarse. De hecho, su solución fue bastante bizarra, por decir lo menos. Ante un matrimonio insatisfactorio y ante la consciencia de no amar a su esposo, su solución fue tener un segundo hijo. Loco, no? Bueno, como dicen por ahí lo que se hereda no se hurta. Aunque, no es por defenderla, pero si bien algo retorcida, esa solución no deja de tener cierta lógica. Mi madre jamás se iba a divorciar, ergo tenía que seguir atada como esposa fiel a su marido. Ya que iba a estar atada a un matrimonio que no le gustaba y no podía huir, pues, mejor tratar de hacer más tolerable su presencia en ese matrimonio. Y su forma de hacerlo tolerable para ella era tener hijos, dedicarse a ellos y darle sentido a su decisión de haberse casado con mi padre. Ahora bien, ella ya tenía una hija; pero en su mentalidad machista, eso no bastaba. Necesitaba un hijo, un hijo hombre. Porque una hija no sirve, una hija se va a casar y va a depender de su marido. Un hijo, no. Un hijo va a mandar y a formar un hogar como cabeza de familia y un hijo debe y puede cuidar a su madre. Y así vine a este mundo. Con la paradoja de ser patológica y febrilmente deseado, pero fruto de la necesidad, no del amor. El amor entre mis padres, si es que alguna vez lo hubo, cuando fui concebido hacía mucho que se había extinguido... al menos por parte de mi madre. Y bueno, una vez conseguido su objetivo. Mi madre se olvidó por completo de mi padre. No lo puedo asegurar, pero me parece que hasta dejó de tener sexo con él poco después de mi nacimiento. Y entonces se consagró en cuerpo y alma a mí. De una manera tan evidente que creó una fractura entre mi hermana y yo. Mi hermana en el fondo nunca me perdonó que mi madre me quiera más y me prefiera, pese a que yo no tuve nada que ver con ello. Es horrible como a veces nuestros padres nos cagan en formas tan sútiles como imborrables. Pero ¿Qué problema puede haber con que nos quieran tan inmensamente? Pues muchos. Es que hay veces que el excesivo amor puede ser tan o más nocivo que su falta. Mi madre me trataba y trata como si fuera un dios sobre la tierra. Desde niño nunca quiso que saliera mucho, siempre quiso que estuviera cerca de ella, amarrado a su falda. Siempre me vio y me trato como un ser desvalido al que hay que darle todo ya hecho o masticadito. Me hacía las tareas que podía, se empeñaba en acompañarme a todas partes y se desvivía por atenderme. Siempre me preguntaba que necesitaba, que era lo que quería y sin preguntarme hacía gestiones para que tuviera lo que quería sin hacer nada. Era como si en el fondo me considerara incapaz de hacer las cosas por mi mismo, un ser desvalido que necesita que alguien lo cuide y vele por siempre. ¿Cuál ha sido el resultado? Pues que soy un inútil y un engreido, un manganzón de 31 años al que le tienden la cama, le llevan el desayuno a la cama, le planchan la ropa, le hacen el nudo de la corbata y le hacen los trámites. ¿Qué tiene que ver esto con el miedo? Mucho, porque en el fondo yo me he creído que no soy capaz, que no puedo solo, que soy un ser que no puede valerse por sí mismo. En suma, me ha hecho inseguro e incapaz de lidiar adecuadamente con mis problemas cotidianos y comunes. Puedo afrontar retos abstractos y complejos; pero no puedo conseguir un puto garage donde dejar mi carro. Necesito a mi mamita y me da miedo, terror la idea de tener que hacer eso yo solo.
Asimismo, el aislamiento al que me sometió mi madre desde chico, me hizo acostumbrarme a la soledad y me dificultó el relacionarme con los demás. En el fondo tengo internalizado el temor hacia los otros que inconscientemente me inculcó mi madre. Es que ella para justificar mi encierro, me hablaba de los peligros de la calle, que la gente es mala, que tuviera cuidado siempre, que no confiara en nadie, que escogiera bien con quien salga, que las chicas son vividoras, que nadie me va a querer como ella, que soy demasiado bueno, que se aprovechan de mi, que siempre desconfíe...

Una tercera idea alude a mis experiencias amorosas y una cuarta idea con mi autoestima. Eso lo dejaré para una nueva entrega... ya tengo sueño... espero que mañana o bueno, más tarde, las cosas sigan bien... ojalá que el mundo siga ahí, que ella siga ahí... tengo miedo de despertar y que todo haya desaparecido.

Me arrastro (en fecha incierta de abril'07)

Me arrastro penosamente por las veredas de mi vida, armado solo con mi capacidad de generar equívocos y engendrar sinsentidos.
Miro al cielo en su llaga insondable y ansío poder perderme en su inmensidad, deleitarme al rozar sus pliegues y estrangular mi tiempo al pasear por sus laberintos.

De donde vienen estas ansias (en fecha incierta de abril '07)

De dónde vienen estas ansias de ser, esta necesidad de ser completado…
Todo se agolpa en la puerta de mi boca, mi pecho se aprieta a mi sed y me llena el vacío, me colma la ausencia, su ausencia.

Miro mi teclado y veo palabras que nunca escribire, siento cuerpos que miro pero jamás tocaré…
Me paseo por mi vida como un gitano cínico inventariando la riqueza de mi devastación, tendrá fin este desdoblamiento, esta no habitación de mi cuerpo.
Preguntas, cerco mi existencia con preguntas, preguntas que no buscan respuestas, solo existir y sembrar los hitos que demarquen los linderos de mi agonía.

Aeropuertos (en fecha incierta de abril '07)

Hay pocos lugares que despierten tanto la capacidad reflexiva de la gente que los aeropuertos. Será el tiempo inevitablemente largo que nos obligan a pasar en sus salas, ya sea esperando a alguien, esperando ir a algún lado, esperando ir a algún lado con alguien o simplemente esperando que uno acabe de esperar; o el variopinto mosaico de rostros y siluetas que se nos presenta en un espacio relativamente reducido; pero uno termina meditando sobre la naturaleza de los aeropuertos. En esa suerte de nudo que une fugazmente sogas diversas y distantes. En cierta forma siempre he pensado que los aeropuertos son una metáfora de la vida. Es la vida acelerada. Es llegar a ella por obligación, es encontrarte con gente que no esperabas, es acostumbrarte poco a poco a reconocer ciertos rostros, es tomar contacto con algunos de esos rostros, es ver como algunos rostros se van por la puerta 4, otros por la 15, algunos más por la 9; mientras tú revisas tus papeles y buscas la puerta por la que debes ir. Es ser consciente que a medida que los rostros atraviezan una puerta diferente a la tuya , nunca más los veras; es aceptar que lo que no has parado de hacer es tener encuentros y desencuentros… en suma que sólo estas esperando el momento de emprender el viaje sin saber quien te acompañará, quien te recibirá y si llegarás a tiempo.

Vacío (a mediados de mayo '07)

Vacío. No se me ocurre otra palabra para describir mi estado en estos momentos. Ya pasaron los momentos de shock, del dolor intenso y desgarrador, del fuego que me torturaba por dentro. Eso ya pasó. Ahora solo arrastro mis pasos por la miseria de mis días, sin entusiasmo y sin motivo alguno. Actúo casi por reflejo y la única recompensa que busco es simplemente que se acabe el día, no tener obligaciones que hacer en mi tiempo fuera del banco y poder descansar. Si se puede ver un poco de televisión, pasear y, finalmente, hundirme en mi cama esperando a que el tiempo se detenga y no suene el maldito despertador indicándome que tengo que empezar un nuevo día.

La borré de mi messenger (a inicios de mayo '07)

La borré de mi messenger, la borré de mi celular, la borré de mi Hi5, sólo falta que la borre de mi mente y de mi corazón…
Qué difícil, que complicado. Tengo tanto odio, tengo tanta rabia, resentimiento. Quiero decirle tantas cosas, lo mierda que fue, lo pendeja que fue, que me cagó, que la cagó… pero la extraño, la necesito. En estos momentos debo admitir con rabia, con cólera, con impotencia, que mi dolor, que mis carencias, están materializadas en ella. Ella encarna lo que deseo y como todo deseo nos posee más intensamente a medida que nos es más esquivo.
Miro a mi alrededor y solo veo desolación, soledad, vacío. Nuevamente, me veo arrojado al vacío, a la nada. Todo se repite y sigue el mismo plan, el mismo guión putrefacto autoría de una deidad cruel y vengativa. Hay seres destinados a la soledad, al fracaso, al derrumbe, a la caída y creo que yo soy uno de ellos. En realidad, ni siquiera a eso porque la caída implica el haber experimentado las alturas. Y yo solo he saboreado el polvo que infecta la tierra. Soy un ser terrestre, chato, lleno de pesadeces que me impiden volar… y como me gustaría volar, flotar sin nunca caer, levitar eternamente y confundirme con el viento.Al final, se repite la esencia de ese dudoso texto que escribí hace ya tanto tiempo en Huancayo. Desaparecer… ser nada, olvidarlo todo hasta ser olvido.

Harto de hipocresías (en fecha incierta de mayo '07)

Harto de hipocresías, de falsas preguntas, de amabilidades forzadas…

Hace tiempo quería ser libre, creía incluso que lo era, que me gobernaban las potencias de la naturaleza y mi único freno eran las limitaciones de mi pobre corporalidad…

Qué ilusión tan tonta e ingenua… Ahora he ganado la consciencia de mi estupidez, pero he perdido la osadía de la esperanza. No sé qué es peor… ser un estúpido puro o un inteligente podrido…